Después de la Malbec, esa Variedad, está presente en la mayoría de las provincias vitivinícolas de Argentina, en el año 2020 registró un total de 18.153 ha cultivadas, lo cual representa el 8,5% del total de vid del país.

Es la segunda variedad tinta plantada en la Argentina después de la Malbec y se considera que llega a nuestro país a través de las corrientes inmigratorias de fines del siglo XIX, iniciándose su cultivo en la región de Cuyo.

Fácilmente identificable en el viñedo por sus hojas típicamente planchadas, muchas de ellas enteras; brotes fuertemente coloreados y racimos medianos, compactos con características bayas redondas.

La Bonarda ha sido utilizada durante mucho tiempo en nuestro país como base de vinos tintos comunes por sus altos rendimientos por hectárea y su sobresaliente aporte de color. Tiene gran aptitud para mejorar vinos de corte, especialmente con Malbec.

Ante el descubrimiento de su potencial enológico, se reduce la producción por hectárea, logrando una calidad excepcional, por lo que comienza su desarrollo como varietal del cual se elaboran vinos de alta calidad. Produce vinos de colores intensos: marcados violetas o púrpuras que evolucionan al rojo rubí. Su aroma es intenso y suelen aparecer atractivas notas frutales de frutas rojas (frambuesa, frutillas, cassis o cerezas) y frutas negras (moras, ciruelas o arándanos). En boca es agradable y dulce, de buena intensidad. Sus taninos son suaves y hacen aterciopelado y elegante al vino.

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Foto: Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV)